Son una hilera de
enlutadas sombras.
Siemprevivas
calladas. Siempremuertas.
Mariposas de
invierno en alfileres.
Alondras tristes
para siempre mudas.
Selláronles sus
bocas con pétalos de sangre.
Esculpieron sus
risas sobre mármoles fríos.
Dejaron a sus hijos
a solas en el aire,
y ya sus ojos ciegos
ruedan por los abismos.
Son mujeres sin
nombre, sin edades,
que levantan sus
voces en la ausencia
esperando una luz
que las redima
del terror, de la
injuria, de la fuerza.
No piden ni la paz
ni la palabra:
quieren ser los
escudos de la herida,
la memoria tenaz, la
dolorida sinrazón
de una muerte
anunciada. Denunciada.
Ellas, las
siempremuertas y las siempre vivas
Luzmaría Jiménez Faro
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