jueves, 5 de febrero de 2015

Selva amazónica

(A las tribus Panare y Hotis)

Aquí en Kayamac todo es distinto,
el amanecer convoca la luz
el silencioso sol
afanadamente arropa el caserío
de la tribu.

Camino como guardia que cuida de su mundo
entre la belleza de las churuatas
pobladas del tibio olor a sueño
y la apacible mirada de los niños indígenas.

Me recorre como un escalofrío
al presentir aquí
mi herencia milenaria
mi permanente nostalgia.

Al fondo de la churuata
en sus hamacas
treinta familias Eñepá se desperezan
y ofrendan a Dios hermosas flores
que prodiga la selva.

Es la hora del rito.

Los cantos,
la comida,
el baile,
y la bebida nos convocan
con la voz del raudal,
en el que se abre paso la curiara
con los dueños de este paraíso.

Yo naufrago al intentar cruzar el puente
me habita el terror de los caimanes y pirañas
mi ropa se moja
mi cámara se inunda de aguas cristalinas
la memoria empieza a invadir el corazón
y revivo todas las variedades de nostalgia.

Me alimenta de la palma su moriche,
sabroso fruto con olor a semen.
El espeso sabor de la guanábana.
me devuelve a un espacio sin edad.
El raudal rodeado de negras esculturas
me delinea a ese Dios sin tiempo.

Me sumerjo en tus aguas
me deleito en tu arboleda
me alimento de tus frutos,
me llevo tus limones.

Me aferro a la selva
ese mundo que siempre será mío
y como tesoro guardo
el amuleto de huesos,
el medallón de cráneo de mono
y las chaquiras
para que me salven en las horas de prueba.

Mi corazón se parte en dos mitades
y mi ser llueve.

Llueve intensamente,
llueve a cántaros.

HERNÁNDEZ, CONSUELO

martes, 3 de febrero de 2015

Del fusil y la rosa


Un aire me circunda o me traspasa.
Un aliento dulcísimo me embriaga
Con una sensación desnuda y vaga,
Porque la sombra alúmbrame la casa.
Y si pone en mi herida suave gasa
No hay fusil que la tronche ni deshaga.
Porque la rosa en su virtud de maga,
Los ruidos del metal calla y rebasa.
Por eso está en mi mano, palpitante,
Floreciendo la rosa en la desnuda
Desnudez del asombro y del instante.
Y aquí se quedará mientras trasuda
—en la Hora terrible y acuciante—
sombra la muerte con su guerra cruda.

Rolando Elías

domingo, 1 de febrero de 2015

Brevedad del poema


La guitarra
Suena como una piedra del río a medianoche.
La bugambilia morada
Tiembla en los brazos del verde.
El limonero sestea
Hasta que lo toca el viento.

Rolando Elías